viernes, 7 de septiembre de 2007

Paloquemao: el mejor lugar para hacer buenos amigos

Josefina Muñoz nació en Cúcuta, capital del Norte de Santander, hace 45 años. Hace diez años que administra y atiende el local 80031 de Paloquemao y esta muy feliz con su trabajo y con los amigos que ha hecho con el paso del tiempo, pues como ella misma lo dice: este es su segundo hogar.
Un día de trabajo en la vida de “la Josefina”, como le dicen sus vecinos; comienza muy temprano. Esta mujer de baja estatura, tez blanca, pelo largo y negro, delantal verde pastel y sonrisa encantadora se levanta todos los días a las 4.00 de la mañana; vive cerca de la plaza, lo que le permite llegar más rápido. A las 4.30 esta levantando la reja y limpiando la greca para preparar el café. A esta hora aunque no se ve mucho, llegan sus primeros y principales clientes: los muchachos de carga y los conductores de los camiones.
La mañana pasa entre cafés, tintos, aromáticas, tamales, empanadas, buñuelos y pasteles. Y claro, no antes sin poner en las manos de Dios el día. Frente a su local queda el altar de la Virgen, allí lleno de velas y acompañado de rosas se encuentra la virgen a la que la mayoría de los trabajadores de paloquemao llegan a pedirle un milagro o simplemente a encomendar el día, tal y como lo hace “Josefina”.
El boleo baja, según ella después de las nueve de la mañana, y los días más pesados son el sábado y el domingo; ya que son estos días en los que más gente viene a mercar; motivo por el cual el local no se ha cerrado desde hace tantos años. Y cuando quiere descansar su mamá la reemplaza.

Como a las 4:00 de la tarde empieza a hacer las cuentas del día y ya para las seis tiene recogido todo. Baja la reja, coge su bolso, se quita el delantal y le encomienda a la virgen el local, y por fin se va a descansar.

La vida de Josefina Muñoz es como la vida de muchos de lo trabajadores de paloquemao, siempre dispuestos a trabajar desde la hora que sea y como sea. Entre frutas, verduras, carnes, ollas, bultos, carretas, hierbas, velas, Biblias, esencias e inciensos, han visto pasar los años, las alzas de los precios y cambiar los clientes. Hoy ya todos son muy amigos, aquí encontró a la que ahora es su mejor amiga: Marina. Y casi todos son como hermanos, aunque como ella misma lo dice, “no dejan de haber peleitas y envidias, pues de todo se ve en todo lado”. “Josefina” espera seguir adelante con su negocio y que un día sus hijas ocupen su lugar, pero no que se dediquen a ello por completo por que para eso no las tiene estudiando.
Y es que en paloquemao convergen diferentes culturas, ideas, costumbres, emociones y situaciones. Entre la multitud de vendedores, productos y locales que conforman la plaza se encuentran pasillos llenos de historias de vida y de testimonios que reflejan amor, tristeza, esperanza, fe, pasión y en algunos casos dolor.

Es así como caminando a través de esos pasillos uno no solo se choca con los bultos, las hierbas, las velas, las paredes y los baños, sino con la historia que hay detrás de cada uno de estos.
En el baño que es uno de los lugares a los que todos por naturaleza deben asistir, se encuentra Marina, la amiga de Josefina. Una mujer de 38 años que todo el día esta sentada en una butaca de color café doblando papel higiénico y cobrando $400 pesos para permitir el ingreso al público.

Todo comienza en el momento en el que se pasa la registradora plateada, Marina cobra los $400 pesos y se los guarda en uno de los bolsillos de su delantal azul, mientras que del otro saca el cambio; cambia el dinero por el bultito de papel higiénico y sede el paso a los baños. A la salida ella muy sonriente dice:
-que vuelva pronto-, y así es todo el día. Entre 40 y 60 personas entran, dejando allí sonrisas, afanes, una que otra historia y el reporte de ventas del día.
A Marina le da tristeza porque a veces no es capaz de cobrarle a sus comadres, pese a que sabe que si su jefe se llega a enterar puede llegar a meterse en serios problemas; pero a ella no le importa, dice que de lo que se siembra se recoge y que ella prefiere sembrar bondad.

Marina al igual que muchos de los habitantes de ese gran hogar que resulta ser paloquemao, se ha enamorado del lugar, de su trabajo, de sus compañeros y del ambiente que día a día la esperan para enseñarle como ella misma lo dice, que “los amigos y el trabajo son lo más valioso que Dios le puede dar a uno en la vida”.


Por: Catherine Peña C

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