jueves, 30 de agosto de 2007

El Centro, un cuento a parte


Las ciudades encierran algo más que una composición de edificios, calles, y personas. Son un libro abierto, pero no un libro cualquiera, son un libro que no tiene final; permite que los protagonistas escriban sus historia y las finalicen, pero que a su vez, den paso a otros que harán lo mismo que éste para continuar ese interminable ciclo que parece ser la vida.
Caminando por el centro de la ciudad de Bogotá, me encontré con que éste es libro aparte.


Cuando te adentras en el centro de la ciudad, sientes que te metes en el libro de la vida de todos los que hacen parte de un mundo, que parece diferente al tuyo, pero que si los miras con detenimiento, pueden ser un montón de ti mismos. Tal vez haya mucho de ti en cada uno de ellos, o tal vez, ¿eres uno de ellos y no lo sabes?
Cuando camino por el centro veo miles de historias, me veo en las miradas de los niños, adultos y ancianos; esas miradas que cuentan dolor, lagrimas, falta de oportunidades, trabajo, acompañado de esfuerzo y malos tratos; pero también veo, esperanza, esa que ya no parece una llama sino, simplemente una gótica, que parece estar en una lucha, entre crecer y apagarse.

Para llegar a la plaza de Bolívar, camino desde la carrera décima, y me encuentro con vendedores, que cuando me ven se me lanzan pensando que soy la posibilidad de “bajar bandera” como ellos suelen llamar a la primera venta, que después de todo un día de desesperanza, por fin tienen.
Son a veces tantos que no se a cual escuchar, y siendo un bogotano más, acostumbrada a esto, sigo sin prestar la más mínima atención. Hay músicos que piden una moneda en unos cartelitos, lo que me lleva a preguntarme, ¿donde aprendieron?, por que no parecen simples aprendices, dan la sensación de ser maestros en su arte. Los artesanos que trabajan a su lado y que se valen de la manillita con el deseo, para trabajar, acompañan el paisaje que en ese momento dejo de ser tan paisaje para mí.
Y finalmente, llegando a la plaza, están los turistas, esos que parecen punto aparte, y que evidentemente no son protagonistas de éste libro. Dan la sensación de venir de otra historia, para examinar éste lado del círculo.
Toman fotos, compran algunas artesanías e intentan hablar con aquel que cuenta todo la historia de la plaza y sus alrededores. Es irónico ver, como ellos se divierten y miran a los vendedores ambulantes, mientras para éstos, hoy es un día más de lucha. Donde pocas veces, casi que contadas, cabe la diversión, por que o te diviertes o llevas de comer a tu casa.

Tal vez es aquí donde la ciudad tiene un significado para ti, otro para mí y otro para el que es diferente a nosotros. Tal vez al salir de éste libro, para entrar en el nuestro, abandonemos éste lado del mundo; pero si algo queda claro es que ya dejamos una parte nuestra aquí, y nos llevamos, con nosotros, un pedazo de esas historias que hoy hacen del centro de la capital, un cuento a parte.

Por: Catherine Peña C.

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